Por: Amhed Hernández Echeverría.
Amhed es el primer cubano en formar parte de la Red Centroamericana y del Caribe para el Servicio Público. Fungió como Representante Estudiantil en la universidad de la Habana, Cuba. Fue coordinador del Modelo de las Naciones Unidas de La Habana.
Cuba, la nación caribeña que ha mantenido durante 60 años su Revolución socialista, celebró el domingo 24 de febrero un “referéndum constitucional”. Este hecho representa un intento gubernamental de actualizar el régimen político y económico, copiado del modelo soviético de los años 70, en su afán de mantener el curso socialista de la isla. La actual Constitución, data de 1976, y mucho ha llovido desde entonces en Cuba y en el mundo. Se trata de modernizar el sistema cubano, definido ahora como “estado socialista de derecho”, adaptándole conceptos occidentales de democracia, pretendiendo que no pierda su esencia revolucionaria. Pero más allá de eso, se busca institucionalizar constitucionalmente las diferentes reformas económicas que se han venido produciendo en el país, así como de lograr estructuras de gobierno más funcionales y modernas, sincronizadas en cierta forma con el resto del mundo democrático.
Si bien en cierto, que el actual texto constitucional enriquece y supera a su antecesor, como debe ser obvio, aún deja varias dudas entre algunos cubanos dentro y fuera de la Isla. Destaca en la nueva Carta Magna, su Artículo 5, el cual continúa garantizando el monopolio del poder del Partido Comunista como único legal en el país. Y aunque la pluralidad en Cuba es cada vez más innegable, aún se proscribe la creación de otro partido o movimiento político. Por otra parte, quedan muy limitados los derechos de expresión, asociación y manifestación, ya que son reconocidos estos “mientras no sean utilizados contra los fines del Estado y del socialismo”.
En la nueva Constitución a refrendar, se establece finalmente la figura del Presidente de la República como jefe de Estado y del Primer Ministro como jefe del gobierno, como moderado intento de descentralizar las funciones gubernamentales en una nación que desde 1959, ha sido dirigida por un Comandante en Jefe hasta 2008 y un General de Ejército hasta 2018. Además, se busca rescatar las figuras de los mandos intermedios a nivel provincial (Gobernador/a) y a nivel municipal (Intendente). Por otra parte, queda reconocida la propiedad privada sobre los medios de producción, y se enfatiza en la necesidad de promover y garantizar la inversión extranjera directa para el desarrollo económico. Y es que el sector privado, afianzado en Cuba desde 2011, cada vez confirma su importancia en el desarrollo económico cubano, y hace obligatoria su presencia dentro de las relaciones socialistas de producción. Quizás se busque un intento de asemejar el modelo socialista cubano con las experiencias de China y Vietnam.
Por otro lado, es válido destacar la consagración del derecho a la salud y la educación pública, universal y gratuita, dos de las principales conquistas de la Cuba socialista, en momentos donde en gran parte de la región latinoamericana siguen siendo asignaturas pendientes. Se suman a ello el respeto a la libertad religiosa, la total equidad de género, la condena a cualquier tipo de discriminación, así como el derecho a una vivienda digna, al aborto seguro, a la seguridad social y al trabajo. Por otra parte, se abre la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, arista que particularmente reflejó los tintes conservadores de una parte de la sociedad cubana, y que sirvió de cortina de humo al gobierno, para desviar la atención popular de otros aspectos políticos más importantes a debatir durante la etapa de consulta.
Pero más allá de lo antes expuesto, lo más preocupante ha sido el método en que se gestó esta Constitución. No nació de una Asamblea Constituyente, sino se ha venido gestando desde hace al menos 5 años atrás por el Buró Político del Partido Comunista. Los debates en el “Parlamento” cubano fueron apresurados y en su mayoría, alejados de la escasa presencia mediática. Durante los meses que han seguido a la publicación del texto constitucional, se ha realizado una intensa campaña por el voto afirmativo, en un país donde el Estado tiene todos los medios de comunicación a su servicio.
Más allá de exhortar al voto consciente se llama a votar Sí por la Patria, por Cuba. La redacción del documento permite interpretar como patriotas solo a las y los cubanos que comulguen con el socialismo, y como traidores a aquellos que abandonen o no crean en los principios de este sistema. “Socialismo o Muerte” más que un lema tantas veces repetido en la Isla, se convierte prácticamente en las opciones disponibles.
Una Constitución debe representar los intereses de toda la ciudadanía más allá de la ideología. Cuba la conforma toda su gente, sin exclusiones y con respeto al pluralismo. Nadie duda que bajo las reglas del juego impuestas, no quede ratificado el nuevo texto constitucional. Solo cabe esperar con qué porcentaje será su aprobación y como se reacomoda Cuba en los próximos meses después del 24 de febrero de 2019.