Es común entender la paz de manera negativa. Históricamente, se ha definido como la ausencia de la violencia o del miedo a la violencia, observándose de esta manera a la paz como una meta. Por otra parte, cuando se habla acerca de la paz positiva, se hace referencia a la existencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen sociedades pacíficas. Derivado de la segunda acepción es que se observa a la paz como un proceso continuo en el que existen diversos factores que permiten la ausencia de la violencia. Ambas dimensiones no son antagónicas, todo lo contrario, se complementan; así, la interpretación de como ciertos factores consiguen la ausencia de violencia da paso a la existencia de diversos enfoques de paz.
En el trabajo de la Organización de Naciones Unidas, para consolidar la paz en aquellas regiones del mundo donde existen conflictos violentos, se había apostado por un enfoque liberal. Lo anterior implica que para lograr la paz se necesitaba construir instituciones que fomentaran la democratización (liberación política) y el establecimiento de una economía de libre mercado (liberación económica). Si bien diversas experiencias daban apoyo empírico a este enfoque, varios de los países que lograron la paz no consiguieron mantenerla y, en pocos años, retomaron el conflicto armado.
Es este retorno de los conflictos internos en lugares donde se había consolidado la paz lo que impulsó un cambio de paradigma, siendo no sólo importante construir la paz, sino también sostenerla. De esta manera, es que surge en el trabajo de la Organización de Naciones Unidas el enfoque de la paz sostenible. Con la adopción en el 2016 de la resolución dual de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad A/RES/70/262- S/RES/2282 la paz deja de ser vista como liberalización y empieza a verse como la prevención del brote, escalada, continuación y recurrencia del conflicto.
La principal característica de este enfoque, como lo estipula su concepción, es la prevención. Erróneamente, y ante la falta de desarrollo del enfoque en las labores de la ONU (hasta el momento sólo se ha emitido un reporte de la Secretaría General acerca del tema en febrero de este año), se ha percibido a la paz sostenible como la prevención de la ausencia de violencia previo a un conflicto y no como la prevención a partir de la existencia del mismo. Esta mala interpretación de la prevención ha generado ciertas reticencias porque se malinterpreta la prevención como una forma injerencista con la que Naciones Unidas desea imponer su estructura sobre la soberanía de los Estados.
Esta desconfianza se ve nutrida por la falta credibilidad de la ONU existente a partir de la ausencia de acción y mala gestión ante algunas crisis del pasado y otras del presente. Aparte, las carencias estructurales de la organización, como la desigualdad de los países en el Consejo de Seguridad, no ayudan a generar más certidumbre en este cambio de perspectiva. Ante este escenario, pareciera que la paz sostenible enfrenta una gran cantidad de retos para posicionarse como un nuevo eje de trabajo en la ONU; sin embargo, tiene que ser la prevención de la violencia a partir del conflicto lo que puede generar más certidumbre.
Como se puede ver en la resolución dual, la prevención puede existir a partir del conflicto violento. Cuando por determinadas razones, el conflicto pasó del debate a la violencia, la prevención pasa de ser del brote a la escalada, continuación y recurrencia. Esto significa que se debe de prevenir que el conflicto violento se desarrolle, permanezca y, cuando se haya superado, vuelva a surgir.
Para lograr este cometido, el Reporte de Arquitectura para la Consolidación de la Paz del Consejo Consultivo de Expertos del año 2015 nos señala que se deben de atender las causas que originaron el conflicto, asistir a los grupos en conflicto a terminar las hostilidades, asegurar la reconciliación nacional y avanzar hacía la recuperación, la reconstrucción y el desarrollo durante la creación (peacemaking), mantenimiento (peacekeeping) y consolidación de la paz (peacebuilding). Lo anterior implica que la sustentabilidad de la paz debe de ser una tarea y una responsabilidad compartida entre el gobierno local y los grupos en conflicto, desarrollando el proceso de paz a partir de las características de su enfrentamiento. Por tanto, Naciones Unidas debe jugar un papel de asistencia para el logro de los elementos previamente mencionados.
De esta manera, será necesario que se evalúe la participación de Naciones Unidas en aquellos procesos que logren consolidar la paz en los próximos años para determinar si el enfoque de paz sostenible tiene que mantenerse o si sólo representó una forma de injerencia de este organismo para imponer su estructura sobre la soberanía de los Estados miembro.