El Salvador y la democracia de segunda generación

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Investigador Independiente
La revista digital Democracias es un espacio dedicado al análisis de los procesos políticos de la región latinoamericana. Presenta el mundo visto a través de los ojos del millennial, convirtiéndose en amplificador de las ideas disruptivas de esta generación. El principal objetivo es propiciar el debate público de las ideas, al contraste de argumentos, y la deconstrucción de los conceptos preestablecidos

Lo he dicho ya en varias ocasiones. El Salvador ha entrado a su segunda generación democrática. Por primera vez en la historia una tercera fuerza política tiene posibilidades reales de ganar la carrera presidencial en primera vuelta, superando a las tradicionales fuerzas de derecha e izquierda.  El problema: la nueva fuerza política carece de ideología rígida, ya que incorpora elementos, incluso contradictorios, en sus propuestas.

Cuando los Acuerdos de Paz cumplieron 25 años, el gobierno promovió los nuevos acuerdos en materia económica y social, a los que llamó “Acuerdos de Segunda Generación”. El gobierno había entendido que después de 25 años, era necesario retomar el diálogo de país.

En materia de democracia, estamos viviendo lo que podríamos llamar “democracia de Segunda Generación”, que se ha venido construyendo durante la última década, con reformas electorales como el voto preferente y candidaturas independientes. Sin embargo, una de sus principales características es la conformación de nuevos partidos políticos con amplio apoyo ciudadano. A esto le llamo “segunda generación”, porque desde la Firma de la Paz y la incorporación del FMLN como partido, no se había tenido una experiencia de consolidación de un movimiento, que aglutinara un respaldo ciudadano con posibilidad de enfrentar a los partidos mayoritarios.

El primer paso para la primera generación democrática se dio en 1981, cuando la anticomunista ARENA se inscribe como partido. Su primera participación fue en las Constituyentes de 1982, en la cual logró 19 diputados y la presidencia de esta. Cinco meses después de haberse oficializado como partido, ARENA representaba nominalmente la tercera parte de la sociedad en la Constituyente.

Para los años previos a 1992, ARENA ya dominaba el entorno político, había ganado el legislativo, el ejecutivo y su principal partido de oposición era la Democracia Cristiana. Los Acuerdos de Paz representaron el cese al fuego y abrieron la puerta a una democracia formal, incorporando un nuevo partido al espectro político, el izquierdista FMLN.

Para las elecciones de 1994, ARENA volvió a ganar el ejecutivo y el legislativo con 39 diputados; sin embargo, en estas elecciones, su principal contrincante lo representó el FMLN, quien obtuvo 21 diputados en la Asamblea. Para ser sus primeras elecciones, la izquierda había logrado capitalizar su participación en el conflicto de la década anterior. En el 2003 obtuvo más diputados que sus contrincantes y se mantuvo así hasta el año 2012, cuando ARENA recuperó la mayoría de los diputados. Para el 2009, el FMLN logró la presidencia de la República y la volvió a ganar en 2014.

Esta democracia bipartidista lograda con la Firma de la Paz permaneció casi intocable durante 25 años, solo con pequeños quiebres que amenazaban el estatus “quo”, algunos inofensivos, (FDR 2005, disidentes de FMLN), o en ocasiones de mediana magnitud (GANA  2010, disidentes de ARENA; UNIDAD elecciones 2014).

Pero, esta relativa estabilidad del bipartidismo salvadoreño, hijo de la democracia postconflicto se ha visto impactada por la segunda ola democrática, la que llamo de segunda generación.

Por primera vez, después de los Acuerdos de Paz, un movimiento político logra capitalizar el apoyo de diversos sectores de la ciudadanía y se enfrenta a las dos fuerzas mayoritarias del país, con la posibilidad de superarlas. Democráticamente, este movimiento representa un importante avance, ya que despolariza el sistema político partidario nacional y obliga a incluir un tercer actor en la carrera electoral a corto plazo.

El problema con el movimiento encabezado por Nayib Bukele, al que se han sumado ya importantes figuras políticas históricamente vinculadas a los partidos tradicionales, es que ha alcanzado el apoyo de la población enfrentando mediáticamente a los dos polos políticos; lo que en una eventual presidencia generaría ingobernabilidad. Bukele también estaría cometiendo el error de la generación anterior, la polarización política, solo que esta vez no sería entre dos partidos, sino entre sus simpatizantes y sus detractores.  A esto habrá que dedicarle análisis futuros.

Estemos de acuerdo, o no, con “Nuevas Ideas”, este movimiento ha logrado posicionarse en el contexto electoral y fortalecer la democracia. No podemos negar que la incorporación de un nuevo partido es positivo y oxigena el sistema, sin importar su ideología, sus líderes, colores, consignas o simpatizantes que pueda tener, si los logra legítimamente – de acuerdo a las reglas electorales – es un paso adelante a esta democracia de segunda generación.

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