A cinco días de la elección presidencial más trascendental de la democracia moderna de El Salvador, el panorama electoral es desconcertante. He insistido en varias ocasiones que esta elección representa el quiebre del bipartidismo ideológico que caracterizó al país durante más de 25 años.
ARENA y el FMLN se han enfrentado históricamente en cinco elecciones presidenciales: 1994, 1999, 2004, 2009, 2014. Las tres primeras ganadas por la derecha empresarial del partido ARENA, y las dos últimas ganadas por la izquierda (modernizante e histórica respectivamente) del FMLN.
Hoy, en 2019 todo apuntaba a que el FMLN ganaría nuevamente la presidencia, con la figura empresarial de la izquierda Nayib Bukele. Sin embargo, dos cosas le jugaron en su contra al partido histórico guerrillero:
1.- La mala gestión de los presidentes Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, en periodos tachados de corruptos y alineados ciegamente al Chavismo-Castrismo, que llevo al castigo de sus votantes en las pasadas elecciones legislativas, y que lo ha derrumbado a un tercer lugar en las preferencias presidenciales.
2.- La abrupta salida de Nayib Bukele del partido FMLN, por diferencias con la cúpula histórica de este.
Estos dos elementos, claves para entender la configuración de poder en El Salvador, permitieron que una tercera fuerza política, hasta entonces intrascendente, emergiera con mucha fuerza de la mano del disidente del partido de izquierda FMLN, Nayib Bukele.
Sin embargo, la correlación de Bukele con el partido GANA, que nació de disidentes de la extrema derecha y que en las elecciones anteriores llevó como candidato presidencial al ex-presidente por ARENA Tony Saca, nos hace pensar que algo no caza bien en la aritmética ideológica. Pese a la extraña relación (que me hace recordar a los matrimonios arreglados de las monarquías europeas), Nayib Bukele lidera todas las encuestas.
Como lo planteé en artículos anteriores, el liderazgo de Bukele esta basado en la polarización altamente populista: «mis amigos y mis enemigos». Atrás quedaron los rivales políticos de izquierda y derecha, hoy hay amigos y enemigos. Esto, en una eventual presidencia de Bukele, generaría mas polarización y menos consensos y acuerdos.
Continuando con la idea planteada al inicio, la histórica contienda entre el FMLN y ARENA se rompería, dando paso a la democracia de segunda generación en la cual una tercera fuerza en contienda entra en el juego democrático de la política salvadoreña, con altas probabilidades de ganar en primera vuelta. Pero aunque los números no le sumen 50% de los votos válidos, será la primera vez que, en la democracia post-conflicto, el FMLN y ARENA no se enfrenten en segunda vuelta.
Las elecciones del #3F en El Salvador son verdaderamente significativas, porque abrirán una puerta hasta entonces desconocida en la historia moderna del país, un nuevo partido político al frente del ejecutivo, llenando de incertidumbre, y ala vez esperanza, a la ya polarizada sociedad salvadoreña.