Cristhian Nieto
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Con un presidente que mantiene el control político sobre los tres poderes del país, el Judicial, el Legislativo y el Electoral, Daniel Ortega tiene toda la fuerza para reprimir la jerarquía católica dentro de Nicaragua, un proceso que puede asumirse como “delicado”, pues la opresión se hace cada vez más fuerte.
Una de las acciones más recientes, que dejan ver la tiranía del mandatario nacional contra la iglesia, fue el arresto de Ronaldo Álvarez, un obispo acusado de organizar grupos violentos, incitándolos a los actos de odio en contra de la población. Con 55 años de edad, el obispo Álvarez, permanece de reclusión domiciliaria.
Las últimas hazañas de la pareja presidencial Ortega- Murillo, contra la iglesia católica, está en silenciar a los sacerdotes, ya que los acusan de incitar a la rebelión ciudadana, iniciada en abril del año 2018.
Al parecer la voz del obispo Álvarez había llegado demasiado lejos, por lo que el pasado 19 de agosto, fue sacado de su casa episcopal, por fuerzas especiales de seguridad, para su detención.
Un hecho que ha conmocionad al país y los medios internacionales, puesto que el obispo Álvarez era una de las voces más críticas dentro de la iglesia católica. Desde su púlpito, monseñor Álvarez rechazaba las violaciones de los derechos humanos y la persecución religiosa que mantenían, así como los fuertes abusos de poder de la pareja del gobernante.
Represión y violencia: La política de Daniel Ortega
Luego del estadillo social de abril de 2018 que movió los cimientos del proyecto autoritario de los Ortega-Murillo; donde cientos de nicaragüenses expresaban su descontento por el anuncio de las reformas en materia de seguridad social; la repuesta de mandatario fue violenta y represiva contra las multitudinarias marchas.
Desde allí, todo en el país se maneja a través de una política de represión, que ha devaluado su legitimidad, y donde ha perdido el reconocimiento de actores claves, como la iglesia católica.