La Histórica Elección Presidencial en El Salvador

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Investigador Independiente
La revista digital Democracias es un espacio dedicado al análisis de los procesos políticos de la región latinoamericana. Presenta el mundo visto a través de los ojos del millennial, convirtiéndose en amplificador de las ideas disruptivas de esta generación. El principal objetivo es propiciar el debate público de las ideas, al contraste de argumentos, y la deconstrucción de los conceptos preestablecidos

Autoras:

La Red Centroamericana y del Caribe para el Servicio Público es un espacio que pretende que más de los mejores se dediquen al servicio público. Está conformada por 35 jóvenes de ocho países de la región, ex becarios del Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina.

El pasado 3 de febrero, El Salvador celebró elecciones presidenciales. Precedida por una campaña en la que destacó el uso de redes sociales como medio para llegar a la población votante más que en antiguas campañas, esta elección, en todas sus fases, puede considerarse como histórica. Los candidatos a la presidencia fueron cuatro, Nayib Bukele por el partido GANA, Hugo Martínez por el FMLN, Carlos Calleja por ARENA y Josué Alvarado por el partido VAMOS.

Los resultados preliminares, con el 99.94% de actas procesadas confirman como ganador al candidato de GANA, Nayib Bukele, quien con un poco más del 53% de los votos se agencia la victoria en primera vuelta. En segundo lugar queda el candidato de Arena con un 31.77%; seguido del candidato del FMLN, con un 14.42% y, finalmente, VAMOS obtiene solo un 0.78%.

Ante estos los resultados, surgen eventos a destacar: el primero, y quizás el más relevante, es que esta elección puso fin a treinta años de bipartidismo. Desde la posguerra, las elecciones presidenciales en El Salvador estuvieron dominadas por el partido de extrema derecha, ARENA, y el partido de extrema izquierda, FMLN. El primero, gobernó por cuatro períodos consecutivos y, tras su desgaste político, El Salvador dio un paso a la alternancia en el poder, en el 2009, entregando los próximos dos periodos presidenciales al FMLN. Durante todo este período ningún otro instituto político fue capaz de competir contra el arraigo político de estos dos partidos.

Otro evento importante es la contundente expresión de descontento de la población hacia los institutos políticos. Estas elecciones son las que menor asistencia de votantes tienen en los últimos veinte años, con un dato aproximado de asistentes a las urnas de 47.18% de todo el padrón electoral, haciendo que el presidente electo, aun siendo elegido en primera vuelta, haya recibido el voto de confianza de menos del 25% de los salvadoreños y salvadoreñas en condiciones de emitir sufragio.

A partir de este cambio en la dinámica de la política salvadoreña históricamente polarizada, es importante que como ciudadanía se haga una revisión de tres aspectos fundamentales:

1. Disposiciónón: ¿Se debe continuar a la espera de que alguien más arregle los problemas estructurales de El Salvador?, ¿debe la ciudadanía solo volver a ser espectadora de la situación? O ¿se debe dejar de ser una generación apática o escéptica para creer en que se puedan hacer verdaderas transformaciones? La realidad es que no solo basta exigir y pedir cambios. Es necesario que ser parte de ese cambio, dar lo mejor en el trabajo, la familia y la comunidad. Es necesario ser compatriotas que no tratan de perjudicar al prójimo, sino que se esfuerzan por ayudarse a sí mismos y a quien lo necesite.

2. Pasión constante: se debe evaluar si la pasión con la que se ha promovido, defendido, celebrado o lamentado a los candidatos o partidos, es la misma con la que se vive diariamente como buenos ciudadanos y ciudadanas. Esa pasión es necesaria continuamente para defender los principios, respetar a los demás y servir al que lo necesita en nuestras comunidades y entornos.

3. Unidad: Luego de tener un país dividido durante años por una u otra ideología, no se debe permitir que otras cuestiones creen polarización. Se deben aprovechar los cambios para fomentar la unidad, se debe tener esperanza y transformar las diferencias en oportunidades. Pasar de culparse unos a otros a superar las diferencias de clase, de ideología y empezar como una generación que desea un país restaurado.

“Salvadoreños somos todos” dice un slogan popular. Esa clase de salvadoreños y salvadoreñas que pueden pintar una sonrisa en otro rostro, que pueden ayudarse mutuamente, que pueden hacer crecer su país. Pero para eso, se debe dejar de lado el peso que con los años se ha venido cargando, un peso sangriento y lleno de dolor y división. El Salvador no es un pedazo de tierra. El Salvador es su gente y será un lugar mejor cuando cada uno decida ser un mejor salvadoreño.

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